MEDIO AMBIENTE: Relación entre la explotación petrolera y las masacres entre los indígenas
FUENTE: El Mundo
AUTOR: Daniela Anguilar – Madrid
“De tanta gente que matamos, quedamos como mareados. Creo que a uno le cortaron la cabeza, pegaron algunas cabezas con un palo y así reventaron a dos hombres”. Es el relato de uno de los waoranis -indígenas ecuatorianos que vivieron en aislamiento hasta finales de 1950- que protagonizaron una matanza que terminó con la vida de más de 20 personas que viven ocultas en la selva amazónica.
“Una masacre terrible, sobre todo de mujeres y niños”, asegura el sacerdote vasco Miguel Cabodevilla, coautor del libro ‘Una tragedia ocultada’, que recoge el escalofriante relato y arroja luz sobre el suceso ocurrido el pasado 30 de marzo.
Entonces, un grupo de waoranis se introdujo en el espesor de la selva para vengar la muerte de dos de los suyos que cayeron lanceados por los Taromenane, como se denomina a uno de los dos clanes que viven ocultos y dispersos en el Parque Nacional Yasuní. El otro clan es el Tagaeri.
Según Cabodevilla, la relación entre la presión territorial que genera la explotación petrolera y las masacres actuales es evidente, “pienso que no admite discusión”. “Es cierto que esos pueblos han peleado entre sí antes de la industria petrolera, pero ahora su territorio ha quedado fatalmente reducido”, asegura este misionero radicado en Ecuador desde hace 35 años, que además denuncia que funcionarios gubernamentales tachan la matanza de ‘presunta’ pese a que está documentada con fotos y vídeos hechos por los propios autores.
De los pueblos ocultos no se sabe cuántos son ni dónde están, pero sobre ellos recaen las miradas del país y el mundo, después de que el Gobierno ecuatoriano anunciara el pasado 15 de agosto la explotación de los bloques petroleros ITT y 31, cuyos límites rebasan la Zona Intangible Tagaeri Taromenane (ZITT) creada para protegerlos.
Los ocultos van desnudos, con una cinta de algodón atada a la cintura; son cazadores natos que se alimentan de monos, pecaríes y aves; tienen cultivos incipientes de tubérculos como la yuca; fabrican lanzas de madera de chonta que adornan con las plumas multicolores de los papagayos; y viven en casas de unos 15 metros de largo por 7 de ancho, construidas enteramente con hojas y con una estructura interna de madera. “Unos fogones se mantienen dentro de la casas, que puede alojar a varias familias. El humo ayuda a conservar las hojas y hace también de impermeabilizador”, explica el antropólogo ecuatoriano José Proaño, quien los califica de seminómadas. Para él, la vida que llevan los pueblos ocultos es similar a la que llevaban los waoranis antes del contacto que califica de negativo: “Hemos sido muy irresponsables al momento de sacar a estos grupos de la selva y simplemente arrojarlos de una manera muy marginal a nuestra sociedad”, asegura Proaño.
Con eso coincide la antropóloga e investigadora de la Universidad de Oxford Laura Rival, quien agrega que los pueblos aislados son anarquistas. “Cuando hay un problema que no pueden resolver, se marchan. Este aislamiento relativo puede durar 5 años, 30 años ó 100 años». Rival considera que el apartamiento se ha radicalizado por las alteraciones que la explotación petrolera produce en su entorno.
La ZITT creada dentro del Parque Yasuní mide 758.051 hectáreas, a la que se suma una franja de amortiguamiento 10 Km. a lo ancho (467.530 ha). De esa área, 321.314 ha corresponden a los bloques ITT y 31.
Pese a que la Constitución prohíbe en su artículo 57 “todo tipo de actividad extractivista” en territorios de pueblos aislados, al menos cinco bloques petroleros están dibujados sobre la Zona Intangible y de Amortiguamiento. Hay cuatro pozos identificados dentro de esa área y otros 27 a una distancia de menos de 10 kilómetros, según el estudio Validación geográfica de la ZITT publicado en la revista científica ‘Plos One’. Uno de los autores, el geógrafo italiano Eugenio Pappalardo, asegura que para tomar “medidas efectivas para tutelar los derechos” de los pueblos ocultos se debería tener en cuenta la complejidad de su territorio.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, estima que los ingresos por la explotación serán de 18.200 millones de dólares (unos 13. 464 millones de euros). Fondos que destinará “luchar contra la pobreza”. Además asegura que la extracción “afectará menos del uno por mil del Yasuní”.
“En todos los procesos de evaluación ambiental no se considera solamente el espacio físico ocupado por parte de las instalaciones, sino la área de influencia del impacto ambiental”, dice parte del último informe presentado por Pappalardo y su equipo.